sábado, 12 de mayo de 2012

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martes, 1 de mayo de 2012

Desigualdad territorial, una arista poco abordada del debate sobre la pobreza

Por M. Ignacia Fernández
Investigadora de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural

La desigualdad es un tema clave de la agenda contemporánea de América Latina, que exhibe el título de ser la región más inequitativa del mundo, incluso por sobre regiones que presentan niveles de pobreza más dramáticos, como África y parte del Asia.

Últimamente, en el contexto general de la preocupación por la superación de la pobreza y por la inclusión social, parte del debate se ha trasladado desde la pregunta por las causas y alternativas de solución a los problemas de pobreza, hacia el análisis de las causas y efectos de la desigualdad en las posibilidades de desarrollo de los países. Y en el marco de esta discusión, la desigualdad territorial, que impacta con especial fuerza a los sectores rurales de la región, es una de las aristas menos abordadas del problema.

Los estudios realizados durante los últimos tres años por Rimisp en 11 países latinoamericanos indican que las desigualdades territoriales, especialmente cuando tienen la magnitud que hemos visto en la región, sí son un problema y un obstáculo al desarrollo. Comprender y enfrentar las brechas territoriales no solo es bueno para los territorios donde las relaciones hoy en día no son las que deseamos, sino también para los países en su conjunto: hay abundante evidencia que indica que estas relaciones desiguales tienen un importante costo país. Por ello, no basta con mirar en forma agregada o en promedio cuánto crece o disminuye la pobreza de un país, sino cómo esos resultados se distribuyen entre los territorios.


Tres aspectos resultan especialmente preocupantes.

En primer lugar, la existencia de mecanismos que se refuerzan mutuamente, generando verdaderas trampas espacialmente localizadas de pobreza, de desigualdad y de ineficiencia económica. Estas se observan en el análisis realizado por Rimisp en el marco del programa DTR, que muestra que solo cerca de un 10% de la población de los países estudiados vive en 1.260 municipios que han experimentado cambios positivos en ingreso o consumo per cápita, incidencia de pobreza y distribución del ingreso. Y mientras que las dinámicas de crecimiento con reducción de pobreza están presentes en el 32% de los municipios, donde vive el 24% de la población, las dinámicas de crecimiento con reducción de la desigualdad son mucho menos frecuentes (13% de los municipios donde vive el 10% de la población). Claramente, el desafío de la equidad en la distribución del ingreso es mucho más complejo que el de la reducción de la pobreza.

En segundo lugar están los costos de aglomeración, que impactan la calidad de vida de quienes habitan en ciudades densamente pobladas o en zonas que atraen población por efecto del desarrollo de una actividad económica rentable. Como señalara The Economist en un artículo sobre los límites que imponen las grandes ciudades a la productividad en América Latina (13 de agosto de 2011), la congestión, la escasez de vivienda, la contaminación y la falta de planificación urbana que caracteriza a las grandes ciudades latinoamericanas, amenaza con arrastrar hacia abajo las economías nacionales. Y, en tercer lugar, se destaca la existencia de numerosas políticas de corrección de los desequilibrios regionales mal diseñadas y mal implementadas. El Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad 2011, que lanzará Rimisp en abril de este año, muestra que las políticas sectoriales no son neutras ante la desigualdad territorial, pues una misma política puede contribuir al desarrollo de un territorio, no tener mucho impacto en otros y afectar negativamente a un tercero. A esto se suman las desiguales capacidades institucionales y sociales al interior de los propios territorios, de lo que se desprende la necesidad de fortalecer capacidades en los más rezagados.

El gobierno central tiene mucho que decir en la construcción de un desarrollo territorial equitativo, pero también los actores del territorio deben desempeñar un papel clave. Es necesario contar con una masa crítica regional, capaz de vincularse entre sí de modo proactivo y de modificar sus relaciones con actores externos, y de levantar proyectos y visiones compartidas, de modo de incidir en las orientaciones del desarrollo. En esta línea van las reflexiones del mencionado Informe, que abordará en detalle estos temas junto con entregar evidencias inéditas sobre la desigualdad territorial en la región.

Columna publicada en Revista Equitierra Nº11.
Léala entrando acá


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