- No sé por qué, pero me encantan las carreteras - dijo el viejo a mi lado.
- ¿Cómo así? ¿La Carretera? - le pregunté un tanto incomodo por tener que conversar.
- Sí, es como ir en busca de algo, pero disfrutar sólo el hecho de ir… - y siguió hablando mientras yo iba perdiéndome en mis propias divagaciones.
Así comenzaba mi
primer viaje largo en un bus al sur, escapando del calor y el ajetreo de la
ciudad. Dejando atrás responsabilidades y cosas pendientes, apurado por empezar
a llenar la vida de experiencias, de esas variadas, imborrables,
aleccionadoras. De esas experiencias que nos hacían falta.
El bus iba
lleno, como siempre había elegido la ventana, me gusta perderme en lo que pasa
afuera. A mi lado el viejo que hablaba de las carreteras, se empinaba un poco
sobre el pasillo para observar el asfalto por el parabrisas del bus. Algo
seguía diciendo y metaforizando sobre la carretera y la vida, pero yo ya estaba
perdido en mi ventana, jugando a que un corredor imaginario esquivaba los
árboles y postes que rápidamente iban quedando atrás mientras avanzaba el bus.
Iba a ser un
viaje largo, con varias paradas y cambio de modos de transporte. Quienes
conocen el sur, saben que la carretera como la conocemos en el centro, no llega
más allá de un lugar que dice ser el mismísimo kilómetro cero de la
panamericana. Así que divagar sobre la vida y la carretera, podría ser un
ejercicio interesante para matar el tiempo y hacer que dure lo más posible la
batería de mi teléfono.
Estaba en eso
cuando me di cuenta que a mi lado el viejo se había levantado y conversaba
asientos más adelante con alguien que al parecer engancho antes que yo con su
tema, los oía buscar ejemplos de los más rebuscado para filosofar sobre la vida
desde lo cotidiano de un viaje en bus.
Saqué mi ya antiguo
e-reader para buscar algo con que entretener el viaje, el sólo hecho de pensar con
qué libro llenar la tarde parecía un buen panorama. Estaba en eso cuando me
preguntan si pueden ocupar el asiento que estaba desocupado a mi lado.
- ¿Puedo? – me dijo una joven con un hablar neutro.
- Claro – igual me acomodé, aunque no estuviera usando el espacio a mi lado. ¿Para dónde vas?
- Al sur – y se puso unos enormes audífonos negros. Hasta ahí llegaría la interacción al parecer.
Volvimos al Kindle, que pese a los años, aún me
permitía ir con hartos libros a cuestas para acompañar los diferentes estados
de ánimos. Búsquedas trascendentales y espirituales. Crónicas policíacas, clásicos
de la literatura mundial. Algo de poesía y algo de la prolífica creación de los
escritores latinoamericanos. “¿Qué quieres leer ahora?”, parecía decirme cada
vez que prendía el e-reader, ya venía hace años retomando párrafos desde donde
los hubiera dejado la última vez que los leía. Se me volvía a repetir la
sensación de estar tras una ventana, observando.
- Te apuesto que estas mirando por la ventana- Me decía al teléfono, luego de años sin haber conversado ni una sola palabra.
- ¿Y cómo lo sabes? – respondí, un poco volviendo al presente y constatando que tenía razón.
- Porque así te recuerdo, contemplando y quizás quién sabe en qué ensoñaciones… ¿No recuerdas en clases? – Me la imaginé con una sonrisa al otro lado de la línea, esa sonrisa que da la seguridad de haber acertado, otra vez.
- Puede ser, tienes razón, no me había dado cuenta…
Las cuatro
nobles verdades, el fracaso de las economías extractivas, el suspenso de la
secuela del resplandor o un compilado de discursos de don Gabo. “Hojeaba” mientras
buscaba motivos para elegir uno u otro, cuando del asiento de al lado, mientras
la mujer de pocas palabras al parecer dormía, me llega casi inaudible una
melodía conocida.
Era tan bajo el
volumen, y mi capacidad sensorial no es de mis principales habilidades, que
estaba haciendo un tremendo esfuerzo por descifrar qué canción era. La melodía
y el fraseo de la canción eran inconfundibles, sabía que la conocía pero no
podía identificarla, ni el nombre, ni el cantante, ni como seguía. Tan
preocupado estaba de saber qué canción era que no me di cuenta que estaba casi
encima de mi compañera de asiento, cuando me interrumpe su mano en mi brazo.
- Sorry, ¿Muy fuerte? – Parece que el español no era su idioma nativo, menos mal no le metí más conversa, pensé.
- No, para nada. Esa canción la conozco, pero no logró saber cuál es. – mientras hablaba pensaba si entendería todo lo que digo.
- ¿What? – me miró como dándome una nueva oportunidad.
- Dis song- mientras indicaba sus audífonos- Ju is? – Así mismo sonó mi inglés. Y la vergüenza se me iba llenando en las mejillas.
- Goobbye – Me dijo con una sonrisa. Y se acomodó mientras volvía a cerrar los ojos.
- Okei – devolviéndole la sonrisa y ya completamente enrojecido busqué esconderme detrás en el Kindle que mostraba no sé cuál de todos los libros que estaba eligiendo.
Que lata nunca
haber aprendido mejor y más inglés y no tener las habilidades sociales para asumir
sin complejos la vergüenza en público. Por mientras, parecía estar leyendo la
historia del ahora alcohólico y solitario niño que en el Resplandor escapaba de la locura de su padre.
- Entretenida historia – pensé y parece que lo dije en voz alta.
- Yes – se interrumpió y se forzó por trabajar su español – Sí, buena serie – dijo mi compañera de asiento.
La miré de reojo
y no logré entender qué estaba pasando. Eso tampoco es raro en mi.
- DARK, de Netflix – dijo la gringa – La música – dijo tomando sus aparatosos audífonos.
Y fue como ese meme donde te explota la cabeza.
Esa canción estaba escuchando, la del inicio de la serie alemana de la famosa
plataforma de cine y series, que como la ví hace tiempo escapando de las largas
y frías noches invernales, parece que no fue lo suficientemente importante como
para registrarla tanto. Volví a sonrojarme, ahora por constatar todo el rollo
que me armé con la gringa a mi lado.
- Me gusta la carretera. Sorry. Ai laik de roud – le dije, a ver cómo seguía el viaje.
"DEJA LA VIDA VOLAR"
Debes ser el Cambio que Quieres ver en el Mundo
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