sábado, 14 de abril de 2012

¿Es el capitalismo sustentable?


Por Manuel Chiriboga

Recientemente Ricardo Abromavay, un distinguido sociólogo, profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Sao Paulo y buen amigo, se hizo esta pregunta. Quiero retomar su argumentación, pues me parece discusión pertinente y actual, no solamente para Ecuador. Su punto de partida es que el capitalismo ha perdido legitimidad y que la mayor parte de las empresas son vistas como lucrando en detrimento de las comunidades y del medio ambiente. Este razonamiento lo basa él, no en denuncias de grupos ambientalistas radicales o de Ocupar Wall Street, sino en tres fuentes insospechadas: Michael Porter, el gran gurú de la competitividad; Al Gore, exvicepresidente norteamericano y la persona que más ha hecho por llamar la atención sobre el Cambio Climático; y la poderosa consultora global KPMG.

¿Cuáles son en resumen los argumentos que ellos hacen? Primero, que lo que predominó en los últimos 30 años fue el capital financiero y una obsesión enfermiza por ganancias altas de corto plazo, bajo el supuesto que el capitalismo autorregulado encontraría algún tipo de racionalidad. La gran crisis de las economías del Norte del 2008 y sus secuencias, lo desmintió dolorosamente. Esto ha llevado a muchas empresas a desarrollar estrategias pensando en el largo plazo y no en la economía casino.

La segunda idea es que el capitalismo y sus empresas deben pensar las necesidades reales y no solamente aquello que le ha dado legitimidad momentánea: generación de empleo, pago de impuestos y satisfacción de la demanda pura y simple. Ello tiene que ver con pensar la calidad de sus productos y servicios y sus consecuencias sobre el ser humano. ¿Serán reales necesidades productos que causan obesidad como resultado de una agroindustria que no considera los efectos de sus productos sobre la salud de las personas?, o, ¿vehículos individuales que no consideran las implicaciones de la sobresaturación vehicular en buena parte de las ciudades? Recordemos lo sucedido con industrias como las del asbesto y el tabaco y sus billonarias demandas. Esto no es un tema solo de los consumidores o del gobierno, es cada vez más un tema en que deben involucrarse las empresas y sus estrategias de largo plazo.

El tercer argumento va por el lado de los costos de la actividad empresarial para el conjunto de la sociedad, no en términos abstractos, sino en dinero constante y sonante. Aquí la contabilidad social puede ser escandalosa: las enfermedades relacionadas a la obesidad presionan cada vez más sobre los gastos sociales que deben hacer familias y gobiernos; los costos de tiempo y consumo de combustible de los embotellamientos y en nuestro caso de los subsidios, crecen astronómicamente; en fin, el costo de los daños ambientales producidos por las tres mil más grandes corporaciones se calcula en 2,15 trillones de dólares, aproximadamente el 50% de sus ganancias y ello viene duplicándose cada 14 años. ¿Como se pagarán esos costos sociales, producidos por decisiones empresariales?

Ello lleva a Abromavay a postular que los mayores desafíos contemporáneos para el capitalismo son: la creación de valor en el largo plazo; desarrollar una producción dirigida a mejorar el bienestar de las personas, de las comunidades y de los territorios; y, la capacidad de preservar y regenerar los servicios ecosistémicos de los que dependemos como sociedades humanas. Enfrentar estos desafíos no puede ser sino responsabilidad conjunta de empresas, sociedad civil y gobiernos. Si bien son minoritarias, hay empresas que comienzan a caminar por esa vía.

MANU(el Andres) SANDOVAL (Baros)
...."Deja la Vida Volar"....
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