martes, 31 de enero de 2012

Sostenibilidad: intento de definición

(De Leonardo Boff, en este enlace)

Hoy en día hay un conflicto entre las distintas maneras de entender la sostenibilidad. Es clásica la definición del Informe Brundland de la ONU (1987): Desarrollo sostenible es el que atiende las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para atender a sus necesidades y aspiraciones. Este concepto es correcto pero tiene dos limitaciones: es antropocéntrico (sólo considera al ser humano) y no dice nada sobre la comunidad de vida (otros seres vivos que también necesitan biosfera y sostenibilidad).

Voy a tratar de hacer una formulación lo más integradora posible:

Sostenibilidad es toda acción destinada a mantener las condiciones energéticas, informacionales, físico-químicas que hacen sostenibles a todos los seres, especialmente a la Tierra viva, a la comunidad de vida y a la vida humana, buscando su continuidad, y atender también las necesidades de la generación presente y de las generaciones futuras, de tal forma que el capital natural se mantenga y se enriquezca su capacidad de regeneración, reproducción y ecoevolución.

Expliquemos, rápidamente, los términos de esta visión holística:

Hacer sostenibles todas las condiciones necesarias para la generación de los seres: estos sólo existen a partir de la conjugación de las energías, de los elementos físico-químicos e informacionales que, combinados entre sí, dan origen a todo.

Hacer sostenibles a todos los seres: aquí se trata de superar radicalmente el antropocentrismo. Todos los seres emergen del proceso evolutivo y gozan de valor intrínseco, independientemente del uso humano.

Hacer sostenible especialmente a la Tierra viva: la Tierra es más que una «cosa» (res extensa), sin inteligencia, o un mero medio de producción. Ella no contiene vida, sino que está viva, se autorregula, se regenera y evoluciona. Si no garantizamos la sostenibilidad de la Tierra viva, llamada Gaia, quitamos la base para todas las demás formas de sostenibilidad.

Hacer sostenible también la comunidad de vida: no existe el medio ambiente, como algo secundario y periférico. Nosotros no existimos: coexistimos y somos todos interdependientes. Todos los seres vivos son portadores del mismo alfabeto genético básico. Formamos la red de vida, incluyendo los microorganismos. Esta red crea la biomasa y la biodiversidad y es necesaria para la subsistencia de nuestra vida en este planeta.

Hacer sostenible la vida humana: somos un eslabón singular de la red de vida, el ser más complejo de nuestro sistema solar y la punta avanzada del proceso evolutivo por nosotros conocido, pues somos portadores de conciencia, de sensibilidad y de inteligencia. Sentimos que estamos llamados a cuidar y guardar a la Madre Tierra, garantizar la continuidad de la civilización y vigilar también nuestra capacidad destructiva.

Hacer sostenible la continuidad del proceso evolutivo: los seres son conservados y soportados por la Energía de Fondo o la Fuente Originaria de todo Ser. El universo posee un fin en sí mismo, por el simple hecho de existir, de continuar expandiéndose y autocreándose.

Hacer sostenible la atención a las necesidades humanas: lo hacemos a través del uso racional y cuidadoso de los bienes y servicios que el cosmos y la Tierra nos ofrecen sin el cual sucumbiríamos. Hacer sostenible nuestra generación y a aquellas que seguirán a la nuestra: la Tierra es suficiente para cada generación siempre que ésta establezca una relación de sinergia y de cooperación con ella y distribuya los bienes y servicios con equidad. El uso de esos bienes debe regirse por la solidaridad generacional. Las futuras generaciones tienen el derecho de heredar una Tierra y una naturaleza preservadas.

La sostenibilidad se mide por la capacidad de conservar el capital natural, permitir que se rehaga y que, incluso a través del genio humano, pueda ser enriquecido para las futuras generaciones. Este concepto ampliado e integrador de sostenibilidad debe servir de criterio para evaluar cuánto hemos progresado o no en el camino de la sostenibilidad y nos debe igualmente servir de inspiración o de idea-generadora para hacer realidad la sostenibilidad en los diferentes campos de la actividad humana. Sin esto, la sostenibilidad es pura retórica sin consecuencias.



MANU(el Andres) SANDOVAL (Baros)
...."Deja la Vida Volar"....
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viernes, 6 de enero de 2012

Historias de Árboles

(Resumen desde acá, un artículo que me recomendo Nadia...)

Un gigantesco incendio forestal en las Torres del Paine vuelve a poner en entredicho la relación que nuestro país ha construido con la naturaleza de que es parte. Las llamas que envuelven la estepa magallánica no son, ni con mucho, las únicas que hayan asolado a los bosques del sur de Chile y, probablemente, no sean las últimas. El llamar a lo sucedido un desastre ambiental puede inducir a equívocos: desastre sin duda que es. Ambiental, ¿qué duda cabe? Pero el equívoco tiene otro origen: el de considerar que lo que ocurre a la naturaleza es en cierto modo inevitable.

A lo sumo se sancionará a la persona responsable con alguna pena remitida, se dictará un par de normas inútiles, se dispondrá de nuevo personal y, con el fin del fuego, la materia lo será del olvido.

Hay en la base de estas catástrofes, desencuentros de los que los propios árboles nos hablan.

No en vano hay quienes ven en ellos palos, metros ruma, dólares. En cualquier lugar del país los árboles y arbustos pueden ser, en realidad, considerados como sobrevivientes de la ignorancia y de las catástrofes sociales que ocurren en su derredor.

La principal fogata que les ha llevado a la extinción o cuasi extinción ha sido la voracidad humana ejercida a través del fuego directo, de la motosierra, del pastoreo de animales, del uso de leña o del subsidio forestal. El tamarugo, el quillay, el toromiro, el alerce, la araucaria chilena, el mañío son candidatos a ser piezas de museo más que del paisaje chileno.

En la raíz de los incendios y daños ambientales hay un desencuentro brutal entre habitantes y territorio habitado.

Ha primado en nosotros una curiosa voluntad de no querer ser lo que somos, de sustituir lo que tenemos por otras cosas. Hace algunos años, un periódico titulaba una de sus entrevistas señalando: “El rey es el plátano oriental y el mejor árbol para Santiago”. Los quillayes, maitenes y el olivillo quedaban excluidos, también el peumo porque “tiene un aspecto de arbusto”. Las especies nativas, por cualquiera fuera el motivo, no se consideraban en el paisajismo propugnado por el entrevistado.
El desencuentro reconoce no sólo el desprecio estético por las especies nativas sino también limitaciones lingüísticas para denominarlas, entenderlas y clasificarlas.

La dificultad de pronunciar ñirre, por ejemplo, una voz del mapudungun, no sólo habla de la odiosa relación que los chilenos tenemos con las especies nativas sino que, también, con la fonética mapuche (sabemos como pesan fonemas como el ch o el tr en las escalas de prestigio lingüístico de nuestro país), y con la histórica negación que hemos hecho de nuestra condición mestiza. Los árboles nos hablan de ello.

En las lengas y ñirres los europeos vieron sus hayas (fagus) y, para clasificarlos, su ingenio fue limitado y no pasó más allá de entender lo visto como una negación de lo que ya conocían: Nothofaguspumilio y Nothofagus antárctica, fue como respectivamente clasificaron a estos árboles.

La imaginación popular recrea los equívocos de conquistadores, colonos y otros visitantes al territorio nacional. Madres y padres proclaman criar a sus hijos “derechito” para que crezcan como los árboles, con el único inconveniente que los árboles nuestros, al modo de los arrayanes, por ejemplo, suelen hacer lo contrario.

Pero, claro, la obsesión forestal prusiana había logrado, hacia fines del siglo XVII, identificar, domesticar y plantar lo que llamaron un normalbaum, esto es, alguna especie que pudiera conformarse a los imperativos de una ciencia forestal y de un Estado que expande su control sobre un territorio cuyo “desorden” le resulta problemático... El pino fue una de tales especies y, en efecto, se hacía crecer derechito...

En la medida en que el bosque se hacía maderable y controlable desaparecían de el, leñadores, conejos, liebres, pájaros, helechos, lianas y todo lo demás que constituye un bosque. No es de extrañar, en consecuencia, que nuestras hijas e hijos entendieran como bosque lo que en realidad era una plantación.

El bosque templado apareció ante los conquistadores españoles y los colonos alemanes y chilenos como un masa vegetal desordenada, a ratos intransitable: una naturaleza que, al igual que en Prusia y Sajonia, había que controlar.

...El árbol es el modelo aristócrata para dar cuenta del pretendido noble e incluso divino origen de las familias de buena posición: los árboles genealógicos sirven al efecto y tal vez ello sea inspiración para que las clases chilenas emergentes, asociadas al furor del carbón y del salitre, importen ochenta mil árboles o más hacia fines del siglo XIX, ... La araucaria brasileña (angustiforme), las acacias, las palmeras y otras especies exóticas sirven de heraldo a los ricos de reciente cuño. El Parque Cousiño (hoy O’Higgins) es el testimonio de un Santiago poniente, ordenado de acuerdo a los cánones franceses de la época.

En el siglo XX proliferan en la ciudad los plátanos orientales, provocando la movilización en su contra de quienes padecen alergias que asocian a la especie.

Los árboles no son indiferentes a la salud pública ni a la vida política de la nación. “Se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. La fuerza poética del mensaje política y humanamente heroico del Presidente Allende conserva algo del androcentrismo propio de la época y del eurocentrismo que ha servido al país de modelo.

No son algarrobos, bellotos o palmas chilenas sino árboles típicos españoles los que se usaron como ornamentación de las casas patronales. De los Tres Álamos ni hablar. La furia antimarxista llevo al alcalde designado de Corral a eliminar los notros que embellecían la plaza de la pequeña ciudad puerto. No era admisible que árboles de flores rojas intensas se levantaran frente al edificio edilicio...

El retorno a la democracia en Chile se deja encantar con las palmeras. Las phoenixcanariensis que antaño se emplearan para señalar los cuatro puntos cardinales de la casa del patrón, obsesionan a un mandatario y se multiplican por todas partes, especialmente en el Aeropuerto Internacional de Pudahuel donde el visitante puede evocar tierras tropicales más próximas a Hawaii o a Miami que al valle del Mapocho, donde están emplazadas. El noventa por ciento de las especies allí existentes son alóctonas.

No es extraño que no sepamos pronunciar la palabra ñirre y que los digüeñes, nalcas, y piñones parezcan provenir de las profundidades de un sur desconocido, de las curiosidades de la gastronomía indígena o de libros tomados de bibliotecas ya desaparecidas.

Nuestra dislalia – al menos en lo que al mapudungun concierne – es el síntoma de desencuentro con el paisaje de que somos parte. Fruto de tal desencuentro, poco y nada importa lo que escapa al dogma estético que torna al jardín inglés en signo inequívoco del buen gusto aristocrático. Aquellas vastas franjas del territorio sólo importan si es que pueden alimentar la voracidad xenofílica de las elites centralinas.

Los árboles – y, sobre todo, los despojos de los bosques chilenos – cuentan una historia que no quiere ser oída, una historia a la que se resisten quienes prefieren entender la naturaleza como un almacén al que se puede recurrir toda vez que la tecnología, el mercado y, sobre todo, el Estado lo permitan (y, en ocasiones, incluso cuando la autoridad lo prohíbe).

Incendios, catástrofes ambientales y árboles muertos habrá mientras persista la ignorancia que, imbuida del poder que le confiere la ceguera pública, se vuelve arrogante frente a humedales, cursos de agua, arenales, bosques y estepas.

Entretanto, estaremos atentos a los resultados del próximo Rally Dakar en su paso por el desierto de Atacama.


MANU(el Andres) SANDOVAL (Baros)
...."Deja la Vida Volar"....
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