miércoles, 19 de diciembre de 2018

LA CARRETERA

  • No sé por qué, pero me encantan las carreteras - dijo el viejo a mi lado.
  • ¿Cómo así? ¿La Carretera? - le pregunté un tanto incomodo por tener que conversar.
  • Sí, es como ir en busca de algo, pero disfrutar sólo el hecho de ir… - y siguió hablando mientras yo iba perdiéndome en mis propias divagaciones. 

Así comenzaba mi primer viaje largo en un bus al sur, escapando del calor y el ajetreo de la ciudad. Dejando atrás responsabilidades y cosas pendientes, apurado por empezar a llenar la vida de experiencias, de esas variadas, imborrables, aleccionadoras. De esas experiencias que nos hacían falta.

El bus iba lleno, como siempre había elegido la ventana, me gusta perderme en lo que pasa afuera. A mi lado el viejo que hablaba de las carreteras, se empinaba un poco sobre el pasillo para observar el asfalto por el parabrisas del bus. Algo seguía diciendo y metaforizando sobre la carretera y la vida, pero yo ya estaba perdido en mi ventana, jugando a que un corredor imaginario esquivaba los árboles y postes que rápidamente iban quedando atrás mientras avanzaba el bus.


Iba a ser un viaje largo, con varias paradas y cambio de modos de transporte. Quienes conocen el sur, saben que la carretera como la conocemos en el centro, no llega más allá de un lugar que dice ser el mismísimo kilómetro cero de la panamericana. Así que divagar sobre la vida y la carretera, podría ser un ejercicio interesante para matar el tiempo y hacer que dure lo más posible la batería de mi teléfono.

Estaba en eso cuando me di cuenta que a mi lado el viejo se había levantado y conversaba asientos más adelante con alguien que al parecer engancho antes que yo con su tema, los oía buscar ejemplos de los más rebuscado para filosofar sobre la vida desde lo cotidiano de un viaje en bus.

Saqué mi ya antiguo e-reader para buscar algo con que entretener el viaje, el sólo hecho de pensar con qué libro llenar la tarde parecía un buen panorama. Estaba en eso cuando me preguntan si pueden ocupar el asiento que estaba desocupado a mi lado.
  • ¿Puedo? – me dijo una joven con un hablar neutro.
  • Claro – igual me acomodé, aunque no estuviera usando el espacio a mi lado. ¿Para dónde vas?
  • Al sur – y se puso unos enormes audífonos negros. Hasta ahí llegaría la interacción al parecer.

Volvimos al Kindle, que pese a los años, aún me permitía ir con hartos libros a cuestas para acompañar los diferentes estados de ánimos. Búsquedas trascendentales y espirituales. Crónicas policíacas, clásicos de la literatura mundial. Algo de poesía y algo de la prolífica creación de los escritores latinoamericanos. “¿Qué quieres leer ahora?”, parecía decirme cada vez que prendía el e-reader, ya venía hace años retomando párrafos desde donde los hubiera dejado la última vez que los leía. Se me volvía a repetir la sensación de estar tras una ventana, observando.

  • Te apuesto que estas mirando por la ventana- Me decía al teléfono, luego de años sin haber conversado ni una sola palabra.
  • ¿Y cómo lo sabes? – respondí, un poco volviendo al presente y constatando que tenía razón.
  • Porque así te recuerdo, contemplando y quizás quién sabe en qué ensoñaciones… ¿No recuerdas en clases? – Me la imaginé con una sonrisa al otro lado de la línea, esa sonrisa que da la seguridad de haber acertado, otra vez.
  • Puede ser, tienes razón, no me había dado cuenta…

Las cuatro nobles verdades, el fracaso de las economías extractivas, el suspenso de la secuela del resplandor o un compilado de discursos de don Gabo. “Hojeaba” mientras buscaba motivos para elegir uno u otro, cuando del asiento de al lado, mientras la mujer de pocas palabras al parecer dormía, me llega casi inaudible una melodía conocida.

Era tan bajo el volumen, y mi capacidad sensorial no es de mis principales habilidades, que estaba haciendo un tremendo esfuerzo por descifrar qué canción era. La melodía y el fraseo de la canción eran inconfundibles, sabía que la conocía pero no podía identificarla, ni el nombre, ni el cantante, ni como seguía. Tan preocupado estaba de saber qué canción era que no me di cuenta que estaba casi encima de mi compañera de asiento, cuando me interrumpe su mano en mi brazo.
  • Sorry, ¿Muy fuerte? – Parece que el español no era su idioma nativo, menos mal no le metí más conversa, pensé.
  • No, para nada. Esa canción la conozco, pero no logró saber cuál es. – mientras hablaba pensaba si entendería todo lo que digo.
  • ¿What? – me miró como dándome una nueva oportunidad.
  • Dis song- mientras indicaba sus audífonos- Ju is? – Así mismo sonó mi inglés. Y la vergüenza se me iba llenando en las mejillas.
  • Goobbye – Me dijo con una sonrisa. Y se acomodó mientras volvía a cerrar los ojos.
  • Okei – devolviéndole la sonrisa y ya completamente enrojecido busqué esconderme detrás en el Kindle que mostraba no sé cuál de todos los libros que estaba eligiendo.

Que lata nunca haber aprendido mejor y más inglés y no tener las habilidades sociales para asumir sin complejos la vergüenza en público. Por mientras, parecía estar leyendo la historia del ahora alcohólico y solitario niño que en el Resplandor escapaba de la locura de su padre.
  • Entretenida historia – pensé y parece que lo dije en voz alta.
  • Yes – se interrumpió y se forzó por trabajar su español – Sí,  buena serie – dijo mi compañera de asiento.

La miré de reojo y no logré entender qué estaba pasando. Eso tampoco es raro en mi.
  • DARK, de Netflix – dijo la gringa – La música – dijo tomando sus aparatosos audífonos.

Y  fue como ese meme donde te explota la cabeza. Esa canción estaba escuchando, la del inicio de la serie alemana de la famosa plataforma de cine y series, que como la ví hace tiempo escapando de las largas y frías noches invernales, parece que no fue lo suficientemente importante como para registrarla tanto. Volví a sonrojarme, ahora por constatar todo el rollo que me armé con la gringa a mi lado.

  • Me gusta la carretera. Sorry. Ai laik de roud – le dije, a ver cómo seguía el viaje.


"DEJA LA VIDA VOLAR"
 Debes ser el Cambio que Quieres ver en el Mundo

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