martes, 7 de mayo de 2019

Tu no puedes comprar los colores...

El otoño en la Patagonia es una maravilla para la vista... Los Bosques se empiezan a pintar de una gama de colores que van del verde original a un oscuro café (casi negro) de ramas desnudas, que de a poco irán cubriéndose de una blanca nieve. Amarillos, Rojos, Naranjos y Cafés, en diferentes tonos e intensidades, no dejan indiferente ni al observador más neutral y poco asiduo a contemplar la naturaleza.

El otoño trae a los bosques de la Trapananda una verdadera explosión de colores, primero son los álamos, que aportan con el amarillo en su follaje y, gracias al viento, en la mayoría de los caminos; y luego las lengas (Nothofagus pumilio) y los ñires (Nothofagus antarctica), que aportan "toda la gama de rojizos, marrones, ocres y dorados imaginable".


Es tanto el placer visual que generan estos bosques otoñales, que me he puesto a tratar de entender, como un niño maravillado ante un hecho nuevo, el por qué de este hermoso espectáculo,  y es así como llegan las razones científicas que explican el cambio de color y la perdida de las hojas de Ñires y Lenga, que son las especies caducifolias (que pierden las hojas) típicas del Bosque Andino Patagónico. Estos árboles son de la Familia NOTHOFAGUS, familiares de las Hayas de Norteamérica y de Europa y Asia, y son 3 sus representantes, los ya nombrados Ñires y Lengas, y el Coihue (el de mayor áltura de los hermanos y que no pierde las hojas). Los principales factores del cambio de color estarían dados por la variación de temperatura y la cantidad de horas de luz, que darían la señal para que, recurriendo a la antigua herencia genética de responder a condiciones climáticas extremas, los árboles predominantes de nuestros bosques de los cerros patagónicos aceleren el proceso de brote, maduración, crecimiento y caída de las hojas, ya que si no perdiesen las hojas les costaría mucho soportar el invierno, ya sea porque sus copas no podrían soportar la nieve y porque con un suelo casi congelado las raíces no podrían satisfacer los requerimientos de agua de estos árboles. (Más pueden leer por acá).

No es sólo ciencia y razón, el otoño visto con esta gama de colores y renovaciones simbolizan de manera muy poética los ciclos que todos debiéramos observar en nuestro vivir. La explosión de colores y tonalidades maravillan, pero significan la muerte de las hojas para que estos árboles puedan soportar los crudos y recios inviernos que se vienen. Para que después, "pasada la tormenta", vuelva a renacer el verde y el símbolo de la vida y la naturaleza. El otoño, graficado en esta perdida de color y de hojas es una señal que todo fin es el inicio de un nuevo ciclo, una señal que no es tan terrible dejar ir y decir adiós. Dejar ir, prepararse para soportar las dificultades, maravillarnos a nosotros y al mundo con nuestros procesos....Conceptos que hoy, más que nunca, retoman un sentido profundo en mi vivir.

Buscando fotos, no encontré ninguna que reflejara a cabalidad la maravilla que les quiero contar (quienes han venido saben de lo que hablo). Acá les dejo una foto, de una Huemula usando de fondo los colores del bosque, para posar radiante en el Parque Nacional Cerro Castillo.


El otoño se lleva además a los Teros de esta Patagonia.... tema para otra publicación. 





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