martes, 1 de diciembre de 2009

La madre de todos los miedos (de Manuel Riesco)

(Hace unos días leí esto, en el blog de Manuel Riesco....Trata el tema de la "sobrepoblación" en África y los sustos que esto genera en los países desarrollados. Es fin de año y no tengo mucho tiempo, así que se los dejo tal cual..es absolutamente recomendable...Saludos a Todos)

Los privilegios son la madre de todos los miedos. Los afortunados viven asustados de perderlos. Temen que se los vengan a quitar los que carecen de ellos, que por definición son siempre muchísimos más.

El miedo es el padre de la irracionalidad. Muchas veces gatilla la agresividad cobarde. De este modo, a menudo los ricos asustados se vuelven medio fachos. En algunas tristes ocasiones, fachos completos.

Los países ricos están muertos de susto. Sufren el síndrome del Rey León, que vivía en un reino de luz y abundancia rodeado de un mundo obscuro lleno de hienas y espinas. Antes temían al espectro del comunismo. Ahora creen que los van a invadir los inmigrantes.

La cosa no pasaría a mayores si permaneciera en el ámbito de grupúsculos demenciales. En definitiva, no cuesta demasiado aislarlos y aplastarlos a tiempo, si se tiene la voluntad de hacerlo.

Se tornan peligrosos cuando el temor se extiende en la población y alcanza los círculos más cultos. Se oficializan agresiones odiosas, como el rechazo a las burkas y los minaretes. Se criminaliza a los sin papeles. Al mismo tiempo, en algunos lados las bandas fascistas se vuelven a tomarse las calles, uniformados y marchando de cinco en fondo, sin que nadie les diga nada. La sociedad baja sus defensas. Pierde la voluntad de luchar contra el virus fascista. Así lo denominó el presidente de Bosnia-Herzegovina, que sabe de que está hablando. Se sabe donde esto conduce y en lo que termina.

Le Monde, el gran diario progresista francés, publica el 16 de noviembre del 2009 un largo reportaje a un estudio de un centro de Washington D.C. llamado Population Reference Bureau y un editorial titulado "Tema tabú." Se refieren al aumento de población en los países atrasados, particularmente en África, que acaba de sobrepasar los mil millones de habitantes, según el estudio.

Uno de cada cuatro nacimientos ocurre en ese continente, que alberga hoy a uno de cada siete habitantes del mundo. En 1950 el continente tenía 225 millones de habitantes, uno de cada diez en el mundo de la época, mientras en 2050 serán uno de cada cinco. Sólo en Nigeria nacen cada años más niños (6 millones) que en toda la Unión Europea (5 millones). Es asimismo el continente más joven: 43 por ciento de la población sub-Sahariana tiene menos de 15 años.

Como dice el editorial referido, "los donantes de fondos occidentales agitan el espectro de la explosión demográfica africana, vector de emigración y terrorismo, mientras claman por control de natalidad."

Sin embargo, el propio editorial reconoce que "es difícil no ver en la demografía uno de los factores agravantes en la desnutrición." Remarca que una cuarta parte de los mil millones que sufren hambre residen en África, según denunció la cumbre alimentaria de la FAO que se celebró en esos mismos días en Roma.

Por otra parte, escribe el editorialista de Le Monde, "si la caída de la natalidad seguramente no es una condición suficiente para el desarrollo, ella aparece en todo el mundo como una tendencia concomitante con el despegue económico."

Para rematarla, el mismo diario francés encabeza su edición del 18 de noviembre con un titular a toda página que se pregunta "Limitar los nacimientos ¿un remedio al peligro climático?" bajo el cual subtitula que las Naciones Unidas llaman a tomar en cuenta la cuestión demográfica en la cumbre acerca del clima en Copenhague.

De bien poco sirve que el editorialista reclame que los donantes de fondos occidentales "deberían abandonar su egoismo y sus subvenciones agrícolas para ayudar masivamente a los campesinos africanos a alimentar a todos los niños del continente, si quieren ser más creíbles en sus llamados a controlar la natalidad."

Lo que queda de todo esto es un mensaje claro del diario francés: la natalidad desbocada de África es un tabú que debe ser abordado. Agrava la desnutrición, retrasa el desarrollo y a juicio de NN.UU. debería ser tomada en cuenta respecto del cambio climático. Con todas esas razones, no parece necesario argumentar además que puede ser un "vector de emigración y terrorismo."

Se conforma de este modo una gran coalición en que concurren desde humanitarios preocupados del hambre en el mundo, pasando por desarrollistas y ecologistas y hasta los más paranoicos enemigos de la inmigración: todos ellos deberían impulsar el control de natalidad de los prolíficos africanos.

Si esto es lo que se desprende de la lectura de Le Monde, como serán las presiones en esta dirección que ejercen los organismos internacionales de crédito y otros "donantes," sobre las autoridades políticas africanas.

Todo esto es sencillamente monstruoso. África es un continente con una densidad de población bajísima de 29,3 habitantes por km2, poco más que América que tiene 21. En comparación, Europa y Asia tienen, respectivamente, 69,7 y 86,7 habitantes por Km2. En parte, su población fue diezmada por el tráfico de esclavos, la colonización Europea y los dramáticos resultados de la aplicación en ese continente de las recetas del llamado Consenso de Washington.

Sin embargo, su crecimiento poblacional se está acelerado porque el continente se estremece en las contracciones tempranas de su transición a la modernidad. La ley de población cambia notablemente en el curso la misma. Los demógrafos han desarrollado las categorías más precisas para estimar el nivel de avance en ese proceso: los niveles de transición demográfica. Distinguen cuatro grupos de países, aquellos en transición demográfica temprana, moderada, plena y avanzada. Aplicando estas categorías a América Latina, el estudio de UNRISD "América Latina, Nace un Nuevo Modelo Desarrollista de Bienestar Social?," demostró que las mismas capturan con precisión el movimiento del conjunto de variables económicas, sociales e institucionales que definen las diferentes fases del proceso de transición en general.

No hay que olvidar nunca que este proceso se encuentra todavía en pleno curso y exactamente a medio camino a nivel global, puesto que la mitad de la población mundial continúan viviendo en el campo, "a la antigua." En el caso de Africa, dicha proporción es todavía superior al 80 por ciento en promedio, aunque varía bastante entre los distintos países.

Sin embargo, esa mitad de la humanidad está empezando su masiva migración. Más de 50 millones abandonan cada año su forma de vida secular. La mayor parte se traslada a las gigantescas mega ciudades del sur. Solamente en China, que es el único país que los contabiliza como tales, llegan desde el interior unos 12 millones por año y se han acumulado más de 140 millones. Es precisamente este fenómeno multitudinario el que está conformando el nuevo mundo del siglo 21. El resultado final del mismo es la emergencia económica, La misma que hoy experimentan los países que iniciaron su transición el siglo pasado. Entre ellos Chile.

La tasa de incremento de la población es muy lenta en las sociedades campesinas y en transición temprana, se acelera en la transición moderada y alcanza un ritmo muy rápido en las sociedades en plena transición, para caer luego bruscamente en las que alcanzan grados avanzados en este proceso. Finalmente, en los países desarrollados la población muchas veces disminuye. Menos mal que es así, puesto que en caso contrario el planeta estallaría o nos devoraríamos mutuamente.

En los términos más simples, en la vida campesina tradicional el número de hijos es sinónimo de abundancia de fuerza de trabajo y por lo tanto de riqueza. Sin embargo, la esperanza de vida es muy baja por lo cual el aumento de la población es muy lento.
Cuando empieza la migración a las ciudades, mejoran extraordinariamente sus condiciones de salubridad, nutrición y esperanza de vida. Sin embargo, en el curso de la primera generación todavía mantienen la cultura de familias numerosas. Todo ello significa que la tasa de crecimiento de la población se incrementa de modo extraordinario en ese período.

La segunda y tercera generación urbanas, en cambio, reducen bruscamente las tasas de natalidad, especialmente cuando la mujeres se incorporan masivamente a la fuerza de trabajo. Finalmente, en las sociedades modernas maduras, la tasa de crecimiento de la población es generalmente negativa. Es decir, las poblaciones se achican.

En Chile, por ejemplo, como se muestra en los cuadros anexos al estudio de CENDA "Resultado de las estrategias del Estado a lo largo de un siglo," en el medio siglo anterior a 1929, la tasa de aumento de la población era de 1,2 por ciento anual, la población era mayoritariamente campesina y la tasa de migración era casi nula, alcanzando apenas al 0,2 por ciento de la población total por año.

El censo de 1930 constata el suceso epocal que los habitantes de las ciudades por primera vez igualan en número a los campesinos. A partir de ese año, la tasa de migración a las ciudades se incrementa constantemente hasta alcanzar a mediados del siglo un máximo de 0,8 por ciento de la población total por año, ritmo que se mantiene muy elevado hasta fines de los años 1970. Sin embargo, cae fuertemente en las décadas siguientes, hasta volver a un 0,2 por ciento de la población total por año en la actualidad. En el curso de todo este período, la proporción de campesinos en la población total disminuyó de 50 por ciento a poco más de 10 por ciento en la actualidad.

En paralelo con el proceso anterior, la tasa de crecimiento de la población aumenta de 1,2 por ciento anual en el medio siglo anterior a 1930, hasta alcanzar un máximo de 2,1 por ciento anual a mediados de siglo, que se mantiene en niveles parecidos hasta fines de los años 1970, para luego caer bruscamente hasta volver al 1,2 por ciento anual que se registra hoy día.

En otras palabras, en la misma medida que el continente africano se encuentra actualmente iniciando una transición similar a la que Chile llevó a cabo el siglo pasado, su tasa de incremento poblacional está hoy aumentando, pero luego caerá sucesivamente hasta alcanzar a mediados de siglo niveles similares a los de Chile hoy, que es precisamente lo que constata el estudio publicado por Le Monde.

Europa occidental realizó la misma transición a lo largo del siglo 18 y 19, principalmente. Todavía en la primera mitad del siglo 20, una proporción elevada de los franceses, por ejemplo, vivía en el campo y los migrantes que llegaban a París eran ridiculizados como "manos que perdió la agricultura." Una enorme marea emigró desde Europa por esos años, principalmente hacia América. Venían escapando de las hambrunas y guerras. Cuando no de los pogromos y el holocausto que los europeos desataron contra lo mejor de su propia población. Sin embargo, en aquella época a nadie se le ocurrió obligarlos a reducir su natalidad para frenar la marea.

Por acá fueron bien recibidos. Aunque la abrumadora mayoría no llegaban con títulos universitarios debajo del brazo ni hablando el idioma oficial. Nadie los discriminó ni persiguió mayormente. Se les permitió mantener sus costumbres y cultura, que enriquecieron la de los países adonde llegaron. En el caso de Argentina, por ejemplo, al despuntar el siglo 20 cada año llegaban más de medio millón de inmigrantes, principalmente europeos. Eso representaba una cuarta parte de la población total del país, que por ese entonces era de unos dos millones.

El millón setecientos mil que llega hoy a la UE desde afuera representa el 0,34 por ciento (la tercera parte de uno por ciento), de la población de la UE, que alcanza hoy a casi 500 millones. Los poderosos gobiernos y cultas poblaciones de los 27 países de la UE tienen que lidiar cada año con un número de inmigrantes que es apenas un octavo de los que llegan a las ciudades de China en el mismo período. Ciertamente, la ciudad de Lagos en Nigeria recibe mucho más inmigrantes al año que varios países de la UE juntos.

Adicionalmente, hay que considerar que llegan a Europa a trabajar en los oficios más duros y a compensar el envejecimiento de la población local. Es decir, a preparar sus alimentos, retirar su basura y financiar sus pensiones. Ahora, en agradecimiento, presas de sus miedos irracionales, quieren intervenir artificialmente en su ley de población para cortar la inmigración de raiz ¡Es como mucho!

El proceso de transición en Europa fue espontáneo en buena medida. En cambio, en los países que iniciaron este proceso durante el siglo 20, fue el Estado desarrollista el que lo condujo y estimuló.

En Chile, por ejemplo, el Estado creó extensos sistemas de educación y salud, precisamente para transformar al campesinado en una fuerza de trabajo moderna. Además de realizar una profunda reforma agraria que terminó con las viejas estructuras señoriales. Aparte de construir toda la infraestructura económica e institucional del país.

La misma experiencia surgió en todo el mundo subdesarrollado del siglo 20, bajo las formas e inspiraciones más diversas. En todas partes, el Estado se propuso y logró llevar el progreso económico y social a sociedades muy atrasadas.

El Estado desarrollista fue la clave para que este proceso cursara de la forma más rápida y menos dolorosa posible. Si quieren de verdad ayudar a los africanos, europeos y estadounidenses deberían ordenar al Banco Mundial que en lugar de desmantelar los Estados africanos, como lo ha venido haciendo, se dedicara a fortalecerlos.

Cuando el Estado desarrollista completó su labor, creando la base esencial del mercado moderno, que no es otra que una fuerza de trabajo urbana razonablemente sana y educada, él mismo dio un giro e impulsó en todas partes el mercado. El resultado ha sido la espectacular emergencia económica de los países que ayer eran subdesarrollados. Según algunas medidas, ya han sobrepasado a los desarrollados.

Según todas las estimaciones, serán los más importantes hacia mediados de siglo. Lamentablemente, al dar ese giro bajo la influencia neoliberal, algunos países destruyeron parte de lo que ellos mismos habían construido antes. Felizmente fueron pocos. Trágicamente, Chile fue uno de ellos.

En África la transición seguirá cursos inéditos, pero su esencia y resultados serán los mismos. Será un proceso duro, todos lo han sido y los primeros fueron los peores. La modernidad "ha venido al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de los pies a la cabeza," como escribiera Marx aludiendo a la transición inglesa. Sin embargo, no habrá ninguna catástrofe de ningún tipo.

Al final, África emergerá orgullosa con una gran potencia moderna del siglo 21. Resulta casi irónico que el continente donde se originó la vida humana vaya a ser el último en alcanzarlo. Sin embargo, eso es precisamente lo que hoy se está gestando allí.

Merece respeto.

(El enlace a la publicación es este)

MANU(el Andres) SANDOVAL (Baros)
...."Deja la Vida Volar"....

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